miércoles, 20 de junio de 2012

Moscú!! (Cuarta Parte)

MULTIMEDIA

El otro día se me olvidó decir que esa noche en que celebrábamos mi cumpleaños bebiendo vodka y escuchando música y haciendo el pena en el hotel, a @Bercode se le ocurrió un hito audiovisual que días más tarde hice realidad y que merece ser compartido por los siglos de los siglos.


Dicho esto, termino ya la crónica.

LAS RAMBLAS (en Moscú) SON FEAS

Bercode se levantó muy pronto para irse a trabajar y yo me quedé un rato más durmiendo porque estaba cansada de la familia Rivera.
Cuando desperté estuve un rato intentando decidir qué coño hacer con mi vida y a dónde cojones ir ese día. Mis piernas estaban reventaditas vivas (yo juraría que lo que tenía era el Síndrome de la Clase Turista porque ya sabes tú lo que me gusta a mí un drama).
Como varias personas me habían recomendado que me diera una vuelta por la calle Arpat, pues p'allá que fui.
Cuando salí del hotel hacía sol y calor. Cuando salí del metro llovía. Pero como no tenía paraguas me jodí y me mojé, porque no me iba a quedar en la puerta de la estación esperando a que amainara. Y total, tampoco llovía tanto.
Me bajé en la parada de la Biblioteca de Lenin y fui tirando por donde pensé que iba bien (al final resultó que sí).

Subí por una calle random y llegué a un sitio con mucha gente donde un hombre me preguntó algo y yo le puse mi cara de "no me líes, que no te entiendo" (cara que desarrollé en respuesta a su cara "pringao, no hablas ruso") y llegué a la calle Arpat esta en cuestión. Al principio la calle me gustaba porque era como muy bohemia y muy guay. Y había muchas tiendas, que era algo que aún no había visto por Moscú. Pero a los 200 metros empecé a cansarme de que la calle no terminara nunca y de que las tiendas fueran todas iguales. Además me dieron setenta veces el mismo flyer de vete a saber qué porque estaba en ruso (pero por los dibujitos supuse que era algo de comprar oro).

La calle Arpat es más larga que un día sin pan y lo más interesante son las tiendas de souvenirs, que cambian mucho de forma pero todas tienen lo mismo. Lo mismo que en el resto de tiendas de souvenirs de la ciudad. 

Eran ya como las tres de la tarde y no sabía si comer por allí, si sentarme en el suelo o qué hacer. Así que llegué al final de la calle, me metí por un callejón extraño que al principio parecía que me iban a matar, luego no y luego sí y luego ya salí a una plaza y caminé por una calle fea fea hasta llegar a la Nuevo Arpat. Que ésta sí que es guay.

Es mucho más ancha que la otra y no es peatonal, a un lado hay edificios que debieron construirse cuando Lenin era un bebé y al otro lado un centro comercial rarísimo con una especie de cosa como con la forma de un barco, muchos bares con terracitas (pero cuidado, que las terrazas son como chiringuitos) y, lo mejor, altavoces enfocados a la calle en los que sonaba de todo. Desde Sinatra hasta un remix de Fever de Madonna que me descolocó totalmente. 

Al final de la calle me di cuenta de que aquel paseo tampoco había aportado mucho a mi relación con Moscú y como empezaba a vislumbrar los tejados del Kremlin a lo lejos (y yo ya estaba de Kremlin hasta el toto) pues acabé metiéndome por otra calle hasta volver a la Arpat vieja y de ahí recorrer el camino de vuelta al hotel.

THE END

Lo cierto es que la última tarde-noche en Moscú la tengo un poco borrosa. Cuando llegué al hotel, cargado con mi comidita del McDonald's, me topé con la señora de la limpieza en la habitación. La pobre estaba apuradísima y yo no quería molestarla así que me puse a un ladito para que terminara con lo suyo.
Luego recuerdo que comí y mientras decidía si me iba al parque de Sokol'niki ese que tenía delante del hotel, quedaba con alguien del Grindr o me iba al museo del espacio me quedé frito.

Bercode vino por la noche, con comida y bebida. Y volvimos a repetir la dinámica de otros días, con la diferencia de que esa noche me hablaron un par de rusos por Grindr. Uno que estaba en el hotel y me decía que fuera a su habitación (le dije que tenía que madrugar al día siguiente "me levanto a las 10" y él me soltó un "¿PERDONA? Yo me levanto a las 6!!!". Es que no era guapo.) y otro que vivía delante del hotel y pintaba mejor pero se desconectó antes de decidirme.

GOOD BYE, MOSCOW

El camino de vuelta al aeropuerto fue menos problemático de lo que pensaba que iba a ser, porque ni me perdí ni nada. Bercode me dio indicaciones para comprar paquetes de tabaco a mansalva, pero al final sólo conseguí un cartón de Chesterfield. 10 euros. UN CARTÓN. DIEZ EUROS.
Los estanqueros se reían de mí porque yo me había aprendido cómo pedir el tabaco en ruso pero luego me decían cosas raras y yo tenía que decirles que no hablaba ruso. Y otra vez: la cara de desprecio y las risas.

En el Aeropuerto estuve esperando un buen rato dando vueltas por la Terminal y visitando la Habitación del Enfisema, que era la sala de fumadores. Cuando embarcamos me llevé la desagradable sorpresa de que el avión era de Iberia, lo que implicaba que los asientos estaban apretados como ellos solos y encima iba lleno y no pude cambiarme. 
Cinco horas de viaje con las piernas medio entumecidas. Y con una niña pequeña sentada delante tirándome cosas. No la maté de milagro. Seguramente porque me acabé la novela de sangres y misterios que había comprado al empezar el viaje y no quería traspasar la barrera de la metaliteratura.

Luego en Madrid me hicieron tirar a la basura una botella de Vodka monísima de aluminio que  me había comprado porque "esto no se puede subir en el avión". "Pero si lo he comprado en el Duty Free y VENGO DE UN AVIÓN". "Ya, pero es que  Rusia no es de la Unión Europa". Osea, que según la normativa de seguridad un avión Ruso no puede sufrir daños por una botella de Vodka, pero uno europeo sí. Todo muy lógico.

Me cagué en todo, no te lo voy a negar. Pero tenía tantas ganas de llegar a casa y darme una ducha que me dio igual. Más se perdió en Cuba.

Y de ahí avión (ésta vez sin retrasos ni hostias) de Madrid a El Prat, donde Polispol me esperaba para llevarme amablemente a casa. 

Estuve dos días con dolor de piernas e inexplicablemente cansado por tanto trajín, pero la experiencia valió muchísimo la pena. Moscú no es una ciudad especialmente bonita ni acogedora, pero los monumentos que se pueden visitar (dejando a un lado las trescientas iglesias que te ponen en las guías de viaje) son tremendamente espectaculares. Tal vez lo malo de Moscú es que al ser Rusia un país bastante cerrado de puertas para afuera (dime el nombre de dos actores rusos conocidos) cuesta involucrarse culturalmente con ella y eso hace que te sientas un poco tonto paseando por una ciudad sin saber realmente si lo que estás viendo es algo importante o no. 
Eso sí, los amantes y conocedores de la cultura rusa van a tener un orgasmo detrás de otro.

En cuanto a la fiesta en Moscú, pues es bastante evidente que al final no salimos de fiesta ningún día; y eso que ése era precisamente el mayor motivo por el que Bercode me invitó. Pero chico, entre que el sábado llegué a las tantísimas al hotel (y sin maleta) y que el domingo alguien se quedó dormidico y luego trabajaba todos los días (y mucho, además) pues no pudo ser. 
De todas formas, viendo el material por Grindr y demás, tampoco te creas tú que aquello es el sueño cirílico de una noche de verano. Que sí, que hay rusos que están para ponerles un piso, pero la mayoría son seres bastante extraños.

La parte buena es que todos esos rusos buenorros son los mismos que vienen a Barcelona para el Circuit o a Madrid para el Orgullo, así que puedes tirártelos igualmente sin necesidad de recorrer 3000 kilómetros.

¡Ja!

domingo, 3 de junio de 2012

Moscú!! (Tercera parte)

THE BLAIR WITCH PROJECT

Como os decía, había leído por internet que la colina de Vorobyovy Gory era un sitio guay para pasear y ver una buena vista de Moscú. Además estaban cerca de la Universidad de Moscú, que era un sitio que quería ver de cerca.
Así que me fui otra vez al metro (por suerte seguía siendo la misma línea y no tenía que hacer transbordos) y me bajé en la parada del mismo nombre.
Lo primero que me sorprendió es que la estación estaba en un puente sobre el río, que es muy guay. Justo sobre la estación pasa una carretera, así que al bajarte (por suerte para mí salí por el lado que tocaba) te encuentras en un decorado de peli de terror de los 80: bosque, la parte de abajo de una autopista y gente muy rara.

Empecé a andar sin saber a dónde coño iba, pero como todo el mundo iba hacia la izquierda, pues hacia la izquierda fui. Allí encontré un cartel con un mapa que decía que la Universidad y el mirador estaban hacia la derecha. Muy bien ahí los rusos.

Total que me voy hacia la derecha y me meto por un camino forestal con carteles que explicaban cosas sobre la vegetación y la fauna... en ruso, claro. De vez en cuando me cruzaba con alguien, pero aquello cada vez estaba más solitario y yo empezaba a tener bastante miedo. En Vorobyovy Gory nadie puede oír tus gritos. Encima me empezó a sonar la banda sonora de "El Incidente" en el iPod.
Llegué a una especie de estanque con patos y casetas alrededor. Había gente fumando, charlando y un montón de militares emborrachándose y vomitando. Qué bonita estampa.

El estanque donde lanzan los cuerpos descuartizados de los turistas mariquitas que se pierden en Moscú.

Seguí andando hasta llegar a un cruce de caminos en el que no había ni un puto cartel, pero vi unas escaleras (que ni las del exorcista) y las subí. Para cuando llegué arriba no había ni rastro de oxígeno en mis pulmones.
Seguí caminando por una especie de avenida que hizo desaparecer mis miedos a morir asesinado y de pronto fueron apareciendo militares por todas partes.
Al final, después de un buen rato, me encontré con una pista de saltos de esquí y un poquito más alante el puñetero mirador.

La vista, ciertamente, es espectacular. Y te das cuenta de lo espectacularmente que es Moscú. El mirador está justo delante del Estadio Olímpico y aún en la distancia puedes comprobar que, comparado con el de Barcelona (por ejemplo) es un mastodonte. Y mira que yo soy muy de miradores ¡qué me gusta a mí una vista panorámica! Pues bien, éste es el único mirador al que he ido y he sido incapaz de ver el final de la ciudad que estaba observando.

¡TOMA MOSCÚ!

 Cuando ya me cansé de asombrarme por lo enorme que es la ciudad me di la vuelta y me encontré cara a cara con la Universidad. Que, aunque parecía estar más cerca por lo tremendamente grande que es, resulta que estaba en el quinto coño.

LA UNIVERSIDAD DEL INFIERNO

Después de estar como 10 minutos cruzando un jardín enorme, llegué a la Universidad. O casi. Me paré en la acera de enfrente (decir eso es no ser del todo exacto, porque entre aceras hay como 200 metros) y dudé si acercarme más o no, porque no estaba seguro de que un turista pudiera plantarse allí. Entendedme, los militares habían desaparecido pero la gente te mira muy raro.

Yo y mi cara de "PUTO CÉSPED QUE NO SE ACABA NUNCA"

Pero me dije "Qué coño, ya que estoy aquí..." y me planté en la puerta de la Universidad.
Estuve un rato observando el edificio, que es realmente imponente, y tratando de contar los pisos que tenía, mirando a las ventanitas a ver si salía alguien, tratando de averiguar si eso de ahí es una estatua o un tío que me mira raro (en mi mente era un francotirador del ejército que me tenía localizado).

Universidad Politécnica de Silent Hill
 Al final la cosa estaba entre meterme en la Universidad o volverme al hotel. Y entre que no sabía lo que iba a tardar en volver y que no sabía si era seguro meterme allí o no, me di la vuelta y me volví. Pero esta vez fui por otro lado. Bajé hasta los campos de deportes de la Universidad, vi a un par de rusos universitarios deportistas y enfilé calle abajo.
Llegó un punto en el que no tenía ni puta idea de dónde estaba (bueno sí, lo sabía, lo que no sabía era cómo volver a la estación) pero yo seguí andando.
Y andé lo que no está escrito. El highlight del paseo fue EL SEMÁFORO. 90 segundos (tienen contadores) esperando a que se pusiera en verde (porque no paraban de pasar coches por todos lados) y luego 10 míseros segundos para cruzar. Que en realidad son 8, porque cuando marca 7 los coches ya están arrancando.

Caminé y caminé y volví a encontrar militares. Me metí por donde no era y uno de ellos me miró un poco raro. Yo me asusté. No era demasiado grande y no imponía nada, pero su fusil sí. Me hizo un gesto con la mano y me acerqué servicialmente. Me pidió un cigarro. Se lo dí. Le pregunté dónde estaba el metro y, guardándose el cigarro en un bolsillo (ahí pensé que lo hacía para no mancharlo con mi sangre cuando me acribillara) me dijo: "I don't know!!" y puso esa cara de risa tonta que ponen todos los rusos cuando se dan cuenta de que no hablas ruso.
Así que me di la vuelta, me aventuré por un paseo y encontré de nuevo las escaleras del infierno y de ahí otra vez al metro.

CUMPLEAÑOS FELIZ

Llegué al hotel una hora después y me di cuenta de que era bastante pronto. Pero como no sabía a qué hora llegaría Bercode decidí quedarme y beber vodka para celebrar mi cumpleaños.
Cuando estaba yo ya en ese punto en que le cantas a una botella de Stoly el "Come and get it" de Rachel Stevens y la luz del exterior se iba apagando (multiplicando las posibilidades de que alguien te vea hacer el gilipollas desde un edificio de enfrente), llegó Bercode.
Nos fuimos a un súper a comprar más vodka y algo de picar. Yo, que ya llevaba como 4 o 5 cubatas, iba fino, fino y claro, cuando voy fino, fino mi pluma sale a pasear.
La lié tan parda en el supermercado que dos rusos bastante monos que no paraban de mirarnos acabaron diciéndome que tenía que comprar una tableta de turrón "Take this, darling" y yo me los miré un poco raro... y para cuando decidí invitarles a la habitación ya habían desaparecido.

Así que volvimos al hotel, bebimos un buen rato, hablamos, vimos vídeos absurdos en Youtube, realitys cutres en la MTV rusa y nos fuimos a dormir.

viernes, 1 de junio de 2012

MOSCÚ!! (Segunda parte)

Fé de erratas 

Me avisan por el pinganillo de que hay un error en la entrada anterior. El Jamón Serrano que compramos en el súper no era Campofrío sino "EL POZO", y venía de Murcia. Desde aquí mandamos un afectuoso saludo a todos los murcianos que nos leen y les pedimos disculpas. 

DOMINGUEROS 

Nuestra intención era levantarnos relativamente pronto (en plan las 11:00 o las 12:00). Pero nos levantamos a la una y pico y salíamos del hotel pasadas las 14:00. Tampoco teníamos mucha prisa, la verdad.
Acababa de llamar al aeropuerto y me confirmaban que la maleta ya había llegado a Moscú y estaba de camino, que la traería un transportista por la tarde. Así que me registré en la habitación de Bercode y nos fuimos a la Plaza Roja. 
El metro de Moscú es una de las cosas más impresionantes que se pueden ver en la ciudad. No sólo por la cantidad de mármol que hay por todas partes, ni por los militares que lo vigilan como si aquello fuera un tesoro de estado (que en cierta manera lo es). El metro de Moscú es un sistema que funciona a la perfección, con trenes que circulan a una velocidad endiablada (de una parada a otra puede haber, perfectamente, varios kilómetros), que nunca van llenos hasta arriba (al menos yo nunca me subí a un vagón repleto cual lata de sardinas) y en el que nadie está para molestar ni que le molesten. Eso sí: ni un cartel en inglés. 

De hecho eso es algo endémico en toda la ciudad: toda la señalización está en cirílico, lo cual hace que sea bastante complicado guiarte a no ser que entiendas algunas letras o lleves una guía en la que las cosas estén escritas en cirílico y en cristiano. 

La Línea 1 no tiene ni siquiera señalización visual de en qué parada estás, así que tienes que estar muy atento contando las paradas que te separan de tu destino o mirando los nombres de las estaciones en las que paras para no despistarte. 

Al llegar a la Plaza Roja nos encontramos con alguna especie de evento deportivo que ocupaba casi todo el recinto. Había un pequeño control de seguridad en la entrada, pero nada engorroso. Además siempre se agradece ver a rusos sin camiseta o en pantalón corto haciendo deporte. La Plaza Roja me resultó un poco chof porque yo me esperaba una plaza interminable y mira, no. Es grande, sí, pero no es tan espectacular como esperaba. Al menos en ese momento no me lo pareció. No entramos en ningún sitio (la tumba de Lenin estaba cerrada). 
La Catedral de San Basilio es bastante impresionante, no tanto por su tamaño como por lo raras que son sus cúpulas hechas de heladitos multicolores. 

Al rico helado, señora.

 Vimos la picota en la que cortaban las cabezas de las gentes y lanzamos unas monedas pidiendo un deseo. Porque otra cosa no, pero los rusos parecen tener obsesión por lanzar monedas a los sitios. La mitad de los monumentos de la ciudad están cubiertos de monedas. Al menos durante un día, porque luego vuelves y se las han llevado todas. Una vez vimos todo lo que teníamos que ver y buscamos desesperadamente a Nadia Comaneci (hay un vídeo secreto que sólo veremos nosotros en el que me pongo a gritar ¿DÓNDE ESTÁ NADIA COMANECI?) nos fuimos a los Jardines de Alexander.

¿¿DÓNDE ESTÁ NADIA COMANECI??

Unos jardines muy bonitos en los que está la Tumba del Soldado Desconocido, un montón de flores (junto a las que los rusos no paraban de hacerse fotos, cosa que también comprobamos dentro del Kremlin, debe ser que en sus pueblos no hay flores de colores y les vuelven locos) y, por lo que leí en una web de mariconeo moscovita una guía turística, cruising. De militares. Nos metimos en una tienda de souvenirs y yo compré un par de chorraditas para la familia. 
Nos hicimos fotos en una especie de monumento a las ciudades rusas que, imagino, sufrieron mucho durante la II Guerra Mundial (porque tenían flores y tal) y compramos entradas para visitar el interior del Kremlin. 
Aquí se cumplió el dicho "No te fíes de un puto cartel ruso, porque seguramente es mentira". En la tienda de souvenirs vendían los tickets, pero como había cola y en un cartel al lado ponía que se podían comprar en la entrada fuimos a la entrada. Pero no se podían comprar. Bercode exclamó "¡Me cago en los muertos de Cristo!" y una mujer nos señaló y dijo: "Mira ¡españoles!". 

Así que volvimos a la tienda de souvenirs, compramos las entradas y nos metimos en el Kremlin mientras íbamos imitando a las Nieeeetah del Baptisteeeeriooooo. El Kremlin es un sitio bastante raro, porque es como meterte en el Poble Espanyol de Barcelona pero hay guardias con metralletas vigilando que no te metas en casa de Vladimir Putin por error. Muchas iglesias, todas con sus tejaditos dorados, un cañón gigantesco y una campana aún más grande. La campana de Iván el Grande está rota y yo aún no entiendo cómo pudo alguien pensar que eso se podía colgar en un campanario sin hundirlo. 

Cruzamos unos jardines monísimos llenos de niños y no tan niños que, de verdad, parecían no haber visto una puta flor en su vida. Allí le dije a Bercode que ya había visto al ruso feo, al ruso militar, al ruso con brazos más grandes que mi cabeza, al ruso esquelético y que sólo me faltaba ver al ruso gimnasta olímpico para darme por satisfecho. Entonces llegamos al acuerdo de que cantaríamos el "Quédate conmigo" de Pastora Soler en Eurovisión para avisarnos de que nos estábamos cruzando con un maromo impresionante. Si tuviéramos que pagar derechos por cada vez que la entonamos, estaríamos arruinados. (Luego también cantábamos lo de "Si no supe amarte amooooor..." para invocarles en caso de que no aparecieran por ningún sitio... y ¡funcionaba!)

Cuando nos cansamos de tanta catedral y tanta flor salimos del Kremlin (no sin antes cruzarnos con una señora un poco rara vestida de proletaria siberiana que iba hablando sola hacia una de las iglesias y que llegamos a la conclusión de que podía ser, perfectamente, la presidenta del senado ruso) y volvimos a los jardines de antes, buscando un sitio para comer. 
Un coche pasaba diciendo algo de Alexander y nosotros pensábamos que se había perdido un niño. Luego nos dimos cuenta de que estaban cerrando los jardines (claro tonta, los Jardines Alexander!!), pero aún no sabemos si porque iban a limpiar un poco o si es que había una amenaza terrorista o qué, y nos fuimos al McDonald's. Pero había mucha gente y acabamos en el Sbarro. 
Me gasté una pasta en comida (pizza, ensaladilla rusa y unas bolas de carne extrañas que estaban muy buenas, la verdad...) pero valió la pena porque estaba famélico porque no comía nada decente desde hacía dos días (con perdón al Jamón murciano). En el Sbarro estaban poniendo un concierto de música pop y allí tuve la primera revelación que más tarde me llevó a descubrir el gran secreto moscovita: por muchos iPads que tengan todos (que los tienen) siguen viviendo en 1994 y sienten adoración por Michael Jackson. 


LA DECADENCIA 

Después de eso nos volvimos al hotel porque estábamos reventaditos y aún teníamos que prepararnos para ir esa tarde noche a la discoteca Propaganda, que había fiesta gay. Al llegar a recepción y preguntar por mi maleta la chica me dijo que nada, que ni maleta ni nada. Y justo en ese momento entró el trnasportista con la misma y yo di saltos de alegría y nos fuimos a la habitación. 

Bercode se tiró en la cama y se quedó dormido. Y a Bercode es imposible despertarlo a no ser que seas un iPhone con setenta tonos de alarma diferentes. Esperé a ver si se despertaba de forma natural, pero nada. Lo intenté de forma artificial pero el experimento fue un fracaso. Me di un baño relajante y decidí salir a dar una vuelta por la zona. Duró poco, porque al llegar al final de la calle del hotel empecé a temer por mi vida y me fui al súper a por agua y al McDonald's a por cena. Como Bercode seguía sin despertarse, cené escuchando música y me tomé un cubata y al rato le vi aparecer por la esquina mirándome con cara de "¿Qué pasa, qué ocurre, qué es esto?". Yo le dije algo así como "Ahora es tarde, señora" y nos sentamos en el sofá un rato y mientras él hacía unos deberes un poco raros, dieron las 00:00 y cumplí 29 años. 

Como la cosa no se animaba, me metí en la cama. Al final ni fiesta eurovisiva, ni fiesta en Propaganda, ni borrachera de cumpleaños ni nada. 

Y encima en el Grindr eran casi todos feos, y los pocos guapos no me entendían. 

:'(


LA PLAZA ROJA (BIS) 

Bercode tuvo que levantarse muy temprano para irse a trabajar. Y en una de las setecientas alarmas del iPhone me desperté yo también. Chafardeé por el Grindr a ver si había alguien interesante cerca pero nada, así que me preparé para seguir turisteando por Moscú yo solito. Como no tenía muy claro qué ver ni qué me apetecía realmente hacer, volví a coger el metro para irme a la Plaza Roja a ver si me quitaba el mal sabor de boca de la visita del día anterior. 

Allí ya no había deportistas rusos, y aunque aún no habían terminado de retirar todas las vallas se podía apreciar mucho mejor que sí, que realmente la Plaza es jodidamente grande. La tumba de Lenin seguía cerrada (mal!) y no pude entrar a verlo, así que me fui a la otra punta y acabé subido a un puente en el quinto coño desde el que se veía parte de la Plaza, y una vista monísima sobre el río. En ese momento me di cuenta de que lo mejor que podía hacer era escuchar "The Russia House" de Jerry Goldsmith. Y lo hice. Gracias a esa idea (la de ponerme bandas sonoras de pelis) luego viví grandes momentos humorísticos que sólo entenderé yo así que no te los voy a explicar (pero lo pongo para que cuando tenga 90 años recuerde lo que me pasó). 

Moscú, 1953
Cuando me cansé de estar fumando en el puente me volví a la Plaza Roja y ahora la crucé pegadito al GUM, un centro comercial de lujo (aunque un poco hortera) en el que la gente tomaba refrigerios en las terrazas mientras escuchaba música clásica. Por lo visto todo lo que hay dentro del GUM es insultantemente caro, así que aunque tenía curiosidad por entrar me quedé en la calle haciendo otras cosas más productivas, como volver a los Jardines de Alexander para ir a la tienda de souvenirs y comprar más chorraditas

De ahí me fui al McDonald's, que a esa hora de un lunes no había tanta gente, y me armé de una Cheeseburguer y una Coca Cola para perpetrar el que, hoy por hoy, es uno de los mayores Highlights de mi vida. Volvía a la Plaza Roja, busqué en el iPhone "Rasputin" y me puse a comer mientras Boney M y Fangoria me deleitaban con ese clásico musical. 
Evidentemente, comer McDonald's mientras escuchaba los sintetizadores fangoriles en mitad de la Plaza me provocó un ataque de risa que hizo que los militares me miraran con cara de pocos amigos, así que tardé poco en irme. 

Me di una vuelta por un mercadillo que había cerca y comprobé que todos los souvenirs de todas las tiendas de souvenirs son exactamente los mismos. Y tampoco había otra cosa que no fueran souvenirs. Y certifiqué mi teoría sobre Michael Jackson al ver todas las postalitas, fotitos, muñecas rusas con su cara y demás inventos honrando al cantante. 

Cuando me cansé de no estar haciendo nada me volví al hotel un rato para esperar a Bercode que no tardaría en quedar libre. Me quedé frito. Y me despertó el Whatsapp diciéndome que al final llegaría bastante más tarde. 

Así que me puse a buscar por internet qué coño hacer esa tarde y tuve claro mi próximo destino: Vorob’yëvy Gory.